Conservación por frío (Alimentos)

La aplicación de frío a los alimentos tiene como objeto retrasar los cambios que se producen
en éste durante su almacenamiento. Por lo tanto, el éxito de este procedimiento dependerá del estado microbiológico, de la presencia de enzimas, del envasado y del tipo de alimento que se enfría previo al proceso de congelación.

La conservación de los alimentos por el frío no esteriliza los alimentos. Por ejemplo, a las
temperaturas de congelación de los alimentos (–18/–24 ºC) cesan toda la actividad microbiana, pero las enzimáticas pueden continuar lentamente. Por ello, y con el fin de evitar esta actividad, los alimentos congelados suelen sufrir con anterioridad a la congelación procesos tendentes a eliminar la actividad de esas enzimas, tales como el escaldado. Una vez que los alimentos congelados se descongelan los microorganismos presentes vuelven a reproducirse.

La refrigeración es aquel proceso de conservación del alimento en el que éste se mantiene
a una temperatura comprendida entre –1º y 8º C. Es un sistema que se combina con otros procesos de conservación, pues el objetivo de la refrigeración es retrasar los procesos de degradación microbiana, enzimática y físico-química que se pueden dar en los alimentos pero no los elimina. Es un sistema muy
utilizado para mantener los alimentos precocinados hasta el momento de su consumo.

Es sistemática en alimentos como la leche, verduras y frutas; en las 24 horas posteriores a la recolección, se almacenan a temperaturas que oscilan entre los 0 y los 8 ºC. La carne dura cinco días máximo en refrigeración.

La congelación es un procedimiento por el cual se alcanzan en el núcleo del alimento los –20 ºC, interrumpiendo así todo desarrollo microbiano y limitando la acción de las principales enzimas y reacciones químicas. Esto se debe a que se inmoviliza el agua de los alimentos en forma de cristales de hielo y, por lo tanto, no está disponible para que se produzcan las reacciones químicas y la actividad microbiana. Aunque no toda el agua de los alimentos se congela en el proceso, se produce un aumento de solutos en el agua restante que también produce una reducción de la actividad de agua y este hecho contribuye a la conservación. Cuando la congelación se realiza de forma adecuada el valor nutritivo y organoléptico del alimento apenas sufre cambios.

La congelación es una de las mejores técnicas de conservación, ya que preserva de forma
casi íntegra las cualidades nutritivas y organolépticas de los alimentos. Ahora bien,
dependerá de la calidad del alimento, de la técnica de congelado, de que se haya respetado escrupulosamente la cadena de frío y, por último, del descongelado y cocinado adecuados
que consigamos el mayor rendimiento nutritivo. Lo ideal es cocer el alimento sin descongelar, siempre que sea posible. En cuanto al valor vitamínico se considera equiparable al del alimento fresco.

Liofilización o criodeshidratación. Es una deshidratación por frío. El alimento se congela previamente y después, por exposición al vacío, se produce una sublimación de los cristales de hielo que deshidratan al alimento. Al no existir un calentamiento del alimento, las pérdidas de valor nutricional son mínimas y las características organolépticas son muy buenas. Se utiliza para las leches infantiles, setas, sopas, café, té e infusiones. Los alimentos liofilizados contienen sólo un 2% de agua. Tras la rehidratación, se recuperan todas sus cualidades alimenticias.