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Como “quema” el cuerpo los ácidos grasos durante el ejercicio.

Los ácidos grasos, bien sea almacenados como triglicéridos intramusculares o bien procedentes de la sangre circulante, pueden utilizarse como combustible energético mediante su combustión aeróbica completa por la beta-oxidación mitocondrial, con producción de unidades de acetilCo-A que entran en el ciclo de Krebs.

La transferencia de los ácidos grasos al interior de la mitocondria requiere la presencia de carnitina (actúa como trasportador) como cofactor.

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Mediante este sistema pueden llegar a producir 9 moléculas de ATP por cada átomo de carbono que integre el ácido graso (por ejemplo, el ácido palmítico, de 16 carbonos, genera 130 ATP en su combustión), mientras que la glucosa tan sólo aportaba 6 ATP por átomo de carbono oxidado.

La utilización de los ácidos grasos se hace especialmente patente en los esfuerzos de más 40 minutos, convirtiéndose en el combustible por excelencia en trabajos físicos de larga duración. A partir de los 30-40 minutos de mantenimiento de un esfuerzo aeróbico, la descarga simpaticoadrenérgica y las catecolaminas circulantes, actuando sobre los receptores beta de las células grasas, activan la lipasa adipocitaria, que desdobla los triglicéridos de los adipocitos en glicerol (utilizado para la síntesis de glucosa) y ácidos grasos (combustible energético)

Las razones por las que los ácidos grasos son utilizados como principal fuente de almacenamiento calórico son de dos tipos: por una parte, aportan en su combustión 9 kilocalorías por gramo de grasa, frente a las 4 kilocalorías que se producen por gramo de carbohidrato; es decir el rendimiento energético en términos relativos al peso es del doble en los lípidos que en los carbohidratos.

Por otro lado, las grasas, almacenadas como triglicéridos intramusculares o en los adipocitos, ocupan poco volumen y, a diferencia del glucógeno, no retienen agua, por lo que sus depósitos están más concentrados. En una persona normal el tejido adiposo viene a sumar entre 10 y 20 Kg., lo que implica disponer de unos almacenes corporales energéticos de más de 60.000 Kcal., mientras que los almacenes de carbohidratos, de unos 600 g en total, permiten disponer tan sólo de unas 2400 Kcal.

Por supuesto que esto es en teoría ya que no se pueden agotar TOTALMENTE los depósitos de carbohidratos ya que antes aparece la fatiga.

No obstante el uso de los lípidos como combustible energético está limitado porque sólo tienen capacidad de aportar energía por la vía oxidativa aeróbica, y porque una excesiva oxidación puede dar lugar a una producción elevada de cuerpos cetónicos (acetacetato y β-hidroxibutirato)

En condiciones normales los aminoácidos y las proteínas se utilizan en el proceso de anabolismo orgánico y muscular, dando lugar a la formación de la masa magra.

Su contribución como combustible a la génesis o resíntesis de ATP es escasa y no supera el 5% de los requerimientos energéticos celulares.

Además, cuanto mayor es son las reservas orgánicas de carbohidratos y lípidos, tanto menor es la contribución proteica al metabolismo energético.

Sólo en situaciones extremas como ayuno muy prolongado, o en grandes quemados u otras patologías como infecciones severas, o en bien en condiciones extremas de fatiga mantenida, las proteínas pueden contribuir, en proporción variable, como combustible energético.

Para su contribución como combustible energético algunos aminoácidos pueden transformarse en glucosa mediante la gluconeogénesis. Alternativamente, pueden transformarse en intermediarios del metabolismo oxidativo, tales como piruvato y acetil coenzima A, entrando en el proceso de oxidación. El rendimiento energético de la combustión de las proteínas se sitúa en torno a las 4 kilocalorías.