¿POR QUÉ NOS CUESTA CAMBIAR LA ALIMENTACIÓN?

Sabemos que no resulta fácil modificar hábitos y condicionamientos culturales, que seguramente venimos arrastrando desde la infancia. Y que se han ido reforzado por el «facilismo» inducido por la sencilla accesibilidad y la practicidad de los alimentos industrializados, cuidadosamente manipulados para resultar atractivos al paladar.

Resulta también innegable la influencia del cambio de roles (social y laboral), que nos ha llevado a dejar la cocina en «piloto automático» o en manos de las » entregas a domicilio » , comidas ya preparadas, el excesivo uso de los microondas, etc. Todo esto a mediano o a largo puede tener repercusiones en el cuerpo.

La familia se ha atomizado, la mujer está menos en el hogar y no hay quien ocupe el rol del «ama de casa». En base a estas nuevas necesidades, se ha montado una industria «amablemente» dispuesta a «solucionarnos problemas».

Solemos escuchar: la alimentación moderna es tan fácil, practica y rica !!!» Si, pero no intente hacer un balance sobre los costos ocultos de lo «práctico y sabroso». Allí debemos incluir todo lo gastado (tiempo y dinero) en estudios, tratamientos y medicación; sin olvidar lo más importante: la mediocre calidad de vida que nos impide gozar de la natural plenitud. ¿Un precio demasiado alto, no le parece?


…PORQUE SOMOS ADICTOS…

Pero no solo la comodidad y el placer sensorio fundamentan nuestra «debilidad» ante los cambios de hábitos alimentarios. Es aquí donde entra en juego el rol de las adicciones, mecanismo responsable de inconscientes reacciones que racionalmente intentamos justificar en diversas formas. Ya hemos visto algunos efectos adictivos del alimento, pero no son los únicos. Aquello que ingerimos cotidianamente, tiene una gran
influencia sobre nuestro estado físico y mental.

Es fácil observar cómo se ha incrementado el estado de apatía social en las últimas décadas. Junto a la obesidad, y otras enfermedades ha ido creciendo ese letargo colectivo, que nos impide establecer prioridades y nos hace privilegiar cosas banales respecto a temas trascendentes, como la buena salud. ¿Por qué será que tanta gente no puede corregir nocivos hábitos alimentarios? Es sorprendente saber que insospechados alimentos cotidianos son responsables de esta tendencia, y también de la adicción por ellos.

Hay que cuidar el cuerpo tanto por dentro como por fuera porque todo es uno.

Debemos elegir los alimentos lo más naturales posibles, evitar los productos procesados, leer bien las etiquetas de los productos para saber los posibles añadidos que puedan tener (modificadores de sabor, colorantes, edulcorantes…)

10 hábitos que aceleran el envejecimiento

¿En qué consiste el envejecimiento prematuro?

Al contrario que el anterior, el envejecimiento prematuro consiste en un conjunto de factores internos y externos que provocan daños en el organismo. Aunque el tiempo es uno de los mayores responsables, el envejecimiento prematuro viene determinado por hábitos de la persona que alteran su esperanza de vida.

Los signos de envejecimiento prematuro son visibles en la piel. La aparición de manchas y arrugas es uno de los síntomas principales. No obstante, esta vejez acelerada también se ve reflejada en las capacidades físicas y mentales de la persona.

1. Dormir poco (- 7 horas)

La calidad del sueño afecta directamente al envejecimiento del organismo. De hecho, durante la noche nuestro cuerpo trata de contrarrestar las agresiones de los tejidos que sufre durante el día. Por este motivo, cuantas menos horas de sueño acumulemos, menos tiempo tendrá nuestro cuerpo para repararse.

2. Estar sometido a estrés diario.

El mecanismo natural por el que el cuerpo humano trata de contrarrestar el estrés es generando cortisolepinefrina o adrenalina. Estas hormonas ayudan a regular la presión arterial o combatir infecciones. Sin embargo, también afectan negativamente al organismo. Una gran cantidad de cortisol acelera el envejecimiento.

3. Tabaco y el alcohol.

El humo del tabaco reduce la cantidad de oxígeno y nutrientes que requiere la piel para mantenerse saludable. Además, fumar activa las enzimas que comprometen la elasticidad de la piel, tanto en la cara como en el resto del cuerpo.
El alcohol deshidrata la piel y le quita nutrientes, haciendo que se vea opaca y cansada. Además, dilata los vasos capilares del rostro y estos forman pequeñas redes de venas. No estar hidratado apropiadamente también afecta el pelo, dejándolo seco y quebradizo.

4. No beber suficiente agua.


Beber la cantidad adecuada de agua conseguirá hidratar tu piel y que no se vea áspera y opaca. Además, el agua actúa como purificador de toxinas que tu cuerpo debe expulsar. 

5. Abusar de los azúcares.
El exceso de azúcares provoca problemas de inflamación y acné. Además, el azúcar es responsable del proceso de glicación, por el cual las moléculas de azúcar se unen a las proteínas de colágeno y elastina. Esto hace que la piel pierda elasticidad, favoreciendo la aparición de arrugas.

6. Practicar menos de 45 minutos de ejercicio físico al día.

El sedentarismo acelera el envejecimiento prematuro de tus músculos, huesos y articulaciones. Además, aumentan las probabilidades de sufrir enfermedades cardiovasculares. Los expertos recomiendan realizar, al menos, 45 minutos de actividad física diaria.

7. Consumir demasiada cafeína.
Beber café o té con moderación es beneficioso para la salud, gracias a su contenido en antioxidantes. Sin embargo, abusar de su consumo provoca una aceleración nerviosa y mayor ansiedad en el ser humano. Lo recomendable es no consumir nada de cafeína 6 horas antes de acostarse.

8. Llevar una dieta desequilibrada.
Comer muchos alimentos procesados, altos en grasas hidrogenadas, conservantes, edulcorantes… comer pocas frutas y verduras.

9. El estado de ánimo.
Tú estado de ánimo influye enormemente en tu salud física

10. Estar expuesto a contaminantes.
La contaminación, las ondas electromagnéticas, muchos fármacos.

EJERCICIO FÍSICO Y SISTEMA INMUNOLÓGICO.

Desde la antigüedad se sabía que las personas que se mantenían activos físicamente a través del deporte o trabajo, disfrutaban de más salud que los que eran inactivos que presentaban mayor número de enfermedades. Esto, llevados nuestro tiempo de principios del siglo XX, es preocupante porque la humanidad, especialmente en los países desarrollados, se va apartando cada vez más del esfuerzo físico dadas las comodidades que la tecnología moderna aporta a los modos de vida actuales.

El sistema inmune se divide en el sistema innato y en el sistema adaptativo.

Sistema innato: Este es la primera línea de defensa contra organismos invasores.

Sistema adaptativo: Es la segunda línea de defensa y genera protección contra re-exposiciones al mismo organismo.

Cuando se realiza cualquier actividad física es con la finalidad de mantener buena salud, un mejor estado físico y lograr mantener un adecuado funcionamiento de los órganos y funciones corporales. La duración, intensidad y frecuencia con la que se realice la actividad física va a influir en la respuesta de adaptación del sistema neuroendocrino, musculoesqueléticos, cardiovascular e inmunológico.

El ejercicio físico moderado realizado de forma habitual produce un efecto antiinflamatorio sobre el sistema inmunológico, reduce el riesgo de sufrir infecciones, por tanto lo refuerza si comparamos los datos con el sedentarismo.

La actividad física puede ayudar a eliminar bacterias de los pulmones y las vías respiratorias. Esto puede reducir las probabilidades de contraer un resfriado, gripe u otras enfermedades.

El ejercicio provoca cambios en los anticuerpos y los leucocitos. Los leucocitos son las células del sistema inmunitario que combaten las enfermedades mediante los anticuerpos, unas proteínas que neutralizan las bacterias y agentes externos. Estos anticuerpos y leucocitos circulan más rápidamente con la práctica habitual de ejercicio, así que pueden detectar y combatir enfermedades más rápida y efectivamente.

La elevación breve de la temperatura corporal durante e inmediatamente después del ejercicio puede impedir el crecimiento bacteriano. Esta elevación en la temperatura puede ayudar al cuerpo a combatir mejor una infección, similar a lo que sucede cuando uno tiene fiebre.

El ejercicio disminuye la secreción de las hormonas del estrés como el cortisol.

Algo de estrés incrementa las probabilidades de que se presente una infección. Disminuir las hormonas del estrés puede proteger contra enfermedades. (Siempre que no sea sobreentrenamiento)